Gran parte de la gráfica y en sí de muchos de los fundamentos que conocemos, están basados en dualidades que nos permiten ver entre líneas para entender cómo funciona el todo que da vida.
Dentro de muchas definiciones se decía que Érebo era el ígnoto lugar por donde pasaban los difuntos luego de morir, aunque también su significado esta orientado hacia la oscuridad o sombra; bien podría ser éste el destino final de aquellas almas, el lugar en donde se culmina la vida y se abraza la muerte. Es curioso cómo en concepciones más reales y aterrizadas al territorio, es el nombre del volcán más austral del mundo y es ahí donde se encuentran los fenómenos luminiscentes más extraordinarios; en este punto de nuestra tierra se encuentran Erebus, con su sombra acongojante, y la luz.
La gráfica con Marco, funciona igual que Érebo, a partir de ausencias; de la falta de un algo que construye la negritud, porque la estampa para él es un vestigio, una muestra de lo que sucedió cuando se estaba haciendo.
El negro total de esta exposición es fundamental para poder entender la profundidad interior que puede llegar a adquirir este color que, para Odilon Redon, ilustrador de Edgar Allan Poe, refiere a lo más esencial, al agente mismo del espíritu. Se requiere de volcar hacia dentro, en la inmensidad del espacio interior, para que resuenen los momentos que se capturan en estas estampas, la evocación de un suceso, el recuerdo de lo que fue la gráfica.
El grabado aquí ya no está, el acto efímero que tiene su producción nos deja reconocernos como espectadores en potencia de la gráfica que sucede fuera del tórculo, de la huella que avista el tiempo sobre el mundo. Érebo, Tres ensayos sobre la gráfica contiene ejemplos de la manera de hacer imágenes gráficas que no acatan las concepciones típicas que las definirían, como la reproductividad o el dibujo, son las estampas de acciones, de bloquear una placa de trovicel, romper una matriz o arrugar un grabado ya impreso.
La gráfica no nace de otras disciplinas, sucede aparte de ellas, de entenderla como un acto por sí solo, que se apoya de procesos técnicos pero lo que la hace crecer y desarrollarse es la inquietud por el proceso per se.
Sobre la gráfica se puede citar muchas investigaciones que favorecen la idea de que el grabado requiere de una cierta dominación técnica para construir imágenes, sacar tirajes y logar que cada copia sea lo más parecida posible y eso ha sido la visión que ha permanecido en gran parte como la definición del grabado; cuando lo interesante en toda disciplina creativa podría ser el poner en tela de juicio lo ya adscrito y formado para tratar de pensarla en lo más profundo, reinterpretarla y ver hasta donde se estira su definición.
Cuestionar es una necesidad para Marco, él quiere incitar al debate a través de las propuestas que aquí muestra, ser incómodo y llevar a lo nodal la discusión de las preconcepciones que se cree que definen a la gráfica; salir de la imagen y hablar en términos gráficos sobre la acción y remitir al espectador a la interpretación individual.
Marco no dibuja bocetos previos para sus placas ya que, como él señala, no se trata de traducir el dibujo al grabado, si no de saber hablar el lenguaje.
Esta serie de ensayos captura tres momentos en los que sucede la gráfica, el quehacer sin necesidad de encasillarla en procesos convencionales, hacerlo de otras formas y proponer, con la intrascendencia temporal de los materiales, el voltear y ver otra posibilidad.
En esta exposición hay tiempos en los que son llevados los espectadores al fondo del volcán, a ese lugar de profunda oscuridad en los que se vislumbra el alto contraste; Marco lleva por lo menos 15 años pensando la gráfica; desde su primera etapa de reproducción de imágenes hasta su etapa actual en la que piensa el proceso, lo proyecta en la matriz, hace gráfica y nosotros vemos el suceso, la evocación de aquel momento.
Martha Muñoz Aristizabal